domingo, 14 de enero de 2018

DE POETAS Y AVIADORES


DE POETAS Y AVIADORES

La historia que me dispongo a contar es algo triste. El protagonista es mi amigo,

el poeta Ivo Machado, nacido en las islas Azores. Es controlador aéreo de profesión,

una de esas personas que están en las torres de control de los aeropuertos y guían a los

aviones a través de las rutas del cielo.

La historia es la siguiente. Cuando Ivo era un joven de 25 años ( a mediados de

los ochenta) controlaba vuelos en el aeropuerto de la isla de Santa María, la más gran

del archipiélago de las Azores, en mitad del Atlántico.

Una noche, al llegar a su trabajo, el jefe le dijo:

- Hoy dirigirás un solo avión.

Ivo se extrañó, pues lo normal era llevar una docena de aeronaves. Entonces el jefe le

explicó:

- Es un caso especial, un piloto inglés que lleva un bombardero británico de la

Segunda Guerra Mundial hacia Florida para un coleccionista de aviones que lo

compró en una subasta en Londres, hizo escala aquí y continuó hacia Canadá, pero

lo sorprendió una tormenta. Debió volar en zigzag y ahora le queda poca gasolina.

No le alcanza para llegar a Canadá y tampoco para regresar. Caerá al mar.

Al decir esto le pasó los audífonos a Ivo.

- Debes tranquilizarlo, está muy nervioso. Dile que un destacamento de socorristas

canadienses ya partió en lanchas y helicópteros hacia el lugar estimado de la caída.

Ivo se puso los audífonos y empezó a hablar con el piloto, que en verdad estaba muy

nervioso. Lo primero que éste quiso saber fue la temperatura del agua y si había

tiburones, pero Ivo lo tranquilizó al respecto. No había. Luego empezaron a hablar en

tono personal, algo poco frecuente entre una torre de control y un aviador. El inglés le

preguntó a Ivo qué hacía en la vida, le pidió que le hablara de sus gustos y de sus

sentimientos. Ivo dijo que era poeta y el inglés pidió que recitara algo de memoria. Por

suerte mi amigo recordaba algunos poemas de W. Whitman y de Emily Dickinson. Se

los dijo y así pasaron un buen rato, comentando algunos pasajes de "La Balada del viejo

marinero", que Ivo recordaba donde también un hombre batallaba contra la furia del

mundo.

Pasó el tiempo y el aviador, ya más tranquilo, le pidió que recitara los suyos

propios, y entonces Ivo, haciendo un esfuerzo, tradujo sus poemas al inglés para

decírselos sólo a él, un piloto que luchaba en un viejo bombardero contra una violenta

tempestad, en medio de la noche y sobre el océano, la imagen más aterradora de la

soledad. Así estuvieron hablando de la vida y de los sueños, hasta que llegó el temido

momento en que la aguja de la gasolina sobrepasó el rojo y el bombardero cayó al mar.

Cuando esto sucedió el jefe de la torre de control le dijo a Ivo que se marchara a

casa; después de una experiencia tan dura no era bueno que dirigiera a otras aeronaves.

Al día siguiente mi amigo supo el desenlace. Los dos socorristas encontraron el avión

intacto, flotando sobre el oleaje, pero el piloto había muerto. Al chocar contra el agua

una parte de la cabina se desprendió y lo golpeó en la nuca. "Ese hombre murió

tranquilo", me dice hoy Ivo, "y es por eso que sigo escribiendo poesía". Meses después,

y para investigar el accidente, Ivo debió escuchar, ante un jurado, la grabación de su

charla con el piloto. Lo felicitaron; fue la única vez en la historia de la aviación en que

las frecuencias de radio de una torre de control estuvieron llenas de versos. El hecho

causó buena impresión y poco después Ivo fue trasladado al aeropuerto de Porto.

"Aún sueño con su voz", me dice Ivo, y yo lo comprendo, y pienso que siempre se

debería escribir de ese modo: como si todas nuestras palabras fueran para un piloto que

lucha solo, en medio de la noche, contra una violenta tempestad.


* Actividades de comprensión (fotocopia)

No hay comentarios:

Publicar un comentario